22-02-2008

Lo que come Viña



Ese ítem, el que podría interesarle al respetable monstruo de la Quinta, está al debe. Unas cuantas pizzerías o pastas a precio sensato, aminoran esa sensación de desamparo que aportan decenas de locales, donde la estética ambiental y llenar como sea durante el verano, importa más que mantener un estándar digno de menciones.

Al Festival de la Canción (así, hablando en viñamarino) no le queda otra que ser la última gran pirotecnia del verano. Ok una fiesta en frío, más telegénica que nada, pero fiesta de todos modos. Su gran gracia es poner a la vista varias facetas de una ciudad que sin embargo, no se precia mucho de ofrecer una gastronomía a la par de estos especiales seis días del año. Descontando un puñado de sitios que van desde el lujo asiático (Savinya), el menú mediterráneo al fondo de Reñaca (Pindal), la sabrosa austeridad centroeuropea (Austriaco) o la solemnidad de pequeños reductos familiares (La Ciboulette), cuesta hallar opciones para el gran público.

Ese ítem, el que podría interesarle al respetable monstruo de la Quinta, está al debe. Unas cuantas pizzerías (Pepe’s o Arena), la efectividad estándar del Tip&Tap o pastas a precio sensato de La Dolce Vita, aminoran esa sensación de desamparo que aportan decenas de locales, donde la estética ambiental y llenar como sea durante el verano, importa más que mantener un estándar digno de menciones. En eso, el vecino Valparaíso ha logrado ventaja, con una seguidilla de locales pequeños y convenientes en relación a lo que ofrecen.

Es curioso, porque Viña posee visos de identidad distintivos que podrían explotarse mejor de cara al visitante. Una colonia italiana con fuerte presencia con sitios que tributan a pastas, helados, café y la conversación gratis. También se vislumbra potencial en pizzas, pescados (un bien escaso en la costa) y sándwiches. Una base para comenzar a mejorar, con o sin festival de por medio.

14-02-2008

La Casita de Barreales: Perú criollo, en pleno valle de Colchagua



Primero que todo, reservar. Se llena al menos en fin de semana. Ese efecto logra la que es, sin duda, la novedad del año en Santa Cruz, el corazón de Colchagua. Un restaurante peruano en plena zona huasa militante y en los extramuros del pueblo, sí que llama la atención.
Sobre todo cuando la propuesta se hace en serio y pensando no sólo en el efecto inicial de contar con servicio y cocineros nativos, sino por transmitir una idea culinaria, ecualizada con las intenciones ambientales del lugar.

Es una casa de campo rústica y cómoda. con mesas firmes y sencillamente montadas, que hacen juego con el adobe y el envigado a la vista. El 'electrohuayno' que suena aporta un ligero toque distintivo. Como la canchita (maiz seco y salado) calentita y grande, o el amargo en su Pisco Sour (allá son suaves y bien definidos por $ 1.800); o en la refinada impronta de un Cebiche de Pulpo y Pescado ($ 4.800), con todos los elementos necesarios de sazón -salvo el ají- para destacar en el medio local.

La carta es mediana y rescata lo típico que puede hallarse en un restaurante casero del estilo. Algo que es marca registrada en barrios como Santiago Centro, pero lo suficiente como para destacar en un sector donde predomina las carne contundentes y los pescados rústicos y en muchas ocasiones caídos a la sobecocción. Y ok, la Corvina al Ajo ($ 5.100) no estaría en su punto exacto de planchado, pero aún así marcaba diferencias, sobre todo gracias a su salsa a base de ajos suaves y crocantes. Un lujo de condimento que puede comerse con toda confianza (no repite).

Al Suspiro Limeño ($ 2.800) de abundante merengue y suavidad, le falto un poco de complejidad en la crema de manjar, pero funcionaba. Si a todo este recorrido se suma la tranquilidad de una casona de inquilinos; un servicio silencioso e informado (hasta del pulpo baby, que está en la carta pero no puede venderse porque está prohibida su captura en Chile ¿?); más detalles como cervezas artesanales y claro, una buena batería de vinos del valle, lo que queda es un sitio que aporta sabores distintivos y a la larga, agradables.

Barreales s/n, Santa Cruz, VI Región.
Tel.(72) 824 468
Ma. a sá. almuerzo y cena. Do. sólo almuerzo
Consumo promedio: $ 12.000.

08-02-2008

Besos y Abrazos: cambiándole la cara al barrio

No hay muchos secretos en este restaurante: pastas, pizzas, carnes y ensaladas. Sólo sabores mediterráneos, compresibles y de grato tono al gusto. Así quieren cambiar la curiosa lógica culinaria de Padre Hurtado Norte.


Es extraña avenida Padre Hurtado, entre Vitacura y Kennedy. Por amplitud de espacios siempre ha pintado para polo gastronómico, pero hasta ahora, sólo los instalados en su vereda oriente (Ichiban) o que han estado allí (Don Carlos) han ganado adeptos . Enfrente, justo enfrente, no. Costosas -y fallidas- inversiones no lograron igualar el flujo de clientes de sus vecinos. Un estigma que de seguro contó al abrir Besos y Abrazos, hace cuatro meses. Quizá por eso buscan congraciar mediante comida simple –pastas, pizzas, carnes-, precios módicos y un servicio coloquial, lo justo para un espacio amplio y con aire masivo.

De momento toda esa suma funciona. El clima era distendido en sus dos terrazas y todo llegó a su tiempo. Una grata previa, acentuada por una coctelería que mostró talento vía la amarga fineza de un Negroni, la mejor antesala para una larga lista de platos, donde conviene leer los subtítulos más que los nombres de fantasía. Plano y Rico ($ 4.200) se traduce en lonjas de jamón italiano, un tanto secas, rodeando unas cuantas aceitunas negras. Mucho mejor estaba Abrazos de Caprese ($ 3.900), variante de la clásica entrada (con tomatitos cherry al parmesano), donde el sabor de la mozarella fresca, ligeramente granulosa y liviana, se robó los aplausos.

En los fondos la generosidad cuenta. En cosas como los Pappardelle Verdes ($ 4.900) a la espinaca, delgados y a punto, con una salsa de mariscos y tomatitos; contundente aunque algo corto en sazón. El gigantismo -en relación al precio- siguió en Toque Suave ($ 6.300), lomo vetado acompañado de una tortilla de papas XL, todo con un punto de crema. Algo que apela a lo más profundo del gusto nacional, reafirmado en Besos de niño ($ 2.300), una Pannacota sabrosa y sin excesos sofisticados. Esa impronta llana y descomplicada, lo transforma en serio candidato a romper la curiosa lógica de esa calle.

Dirección: Padre Hurtado Norte 1480
Teléfono: 2245030 y 2241734
Horario: Lu. a do., almuerzo y cena
Consumo promedio: $ 12.000
Calificación: 5,5

Publicado en La Tercera, el 8 de febrero de 2008

Los últimos resúmenes 2007 antes de partir el año con un cierto decoro

Había quedado en deuda con los resúmenes... y espero sea esta una buena forma de retomar el ritmo

Garlic, en Recoleta: Picada entre picadas.
Es estrecho, hay que reconocerlo. Hay que tener espíritu solidario para mover la silla y dejar pasar la gente que va camino al baño, pero hay gente llenando el lugar a plena hora de almuerzo, sin hacerse mayores problemas. Tanto interés tiene que ver con una simple circunstancia: se come sabroso y a muy buen precio. Es que se ubica en una zona (exactamente el límite entre los barrios Bellavista y Patronato) donde la supervivencia del negocio depende de la más fina de las ecuaciones costo-beneficio. Por eso allí se manejan dos precios ($ 3.900 en la semana y $ 4.200 los días sábado) ni más ni menos, fijados para una entrada, plato de fondo y postre. La lista de opciones se muestra en pizarra y es lo suficientemente larga como para no creer demasiado en tanta maravilla. A la luz de la degustación, hay que tener fe de vez en cuando; como con la generosa porción de Crema de Zanahoria, calentita y con sabor a tal de punta a cabo. La Lasaña de pollo con champiñón, de relleno vez generoso, pasta ligera y una cobertura de salsa blanca más abundante de lo ideal, pero gran complemento para el plato ¿Conclusión? Una picada con arrestos de fineza y harta honestidad culinaria.
Dirección: Dardignac 199
Teléfono: 737 0782
Horario: Lu. a vi. almuerzo y cena. Sá. Abierto hasta las 19.00 horas.
Consumo promedio en su momento: $ 5.000
Calificación en su momento: 5,5

Txoco Alavés: La pequeña Donostia del centro.
Un restaurante con aire taberna, nostálgico y en plan íntimo. Toda esa solidez visual por lo general corresponde con la comida. En tapas, la variedad está garantizada y el buen sabor de boca (más un vasito de cerveza la cuenta sube a $ 1.500). El buen tránsito en el resto de la comida depende al menos de un factor: el ojo de los garzones. El que tocó, fuera de su amabilidad asertiva y discreción, se hizo respetar como mensajero culinario de lo bueno y lo 'no tanto' disponible en cocina. Recomendó merluza ($ 6.500) y apareció una perfectamente grillada y delicadamente embadurnada en salsa Txoco, es decir un sofrito de aceite de oliva, vinagre y ají sutil. En postres, polos opuestos: un Merengue Vasco ($ 2.000) dulce mix de bizcocho y manzana machacada bajo un merengue perfecto, contrastó con una Manzana asada ($ 1.700) muy en tono menor de intensidad y lo peor, con la marca de la empacadora pegada a la fruta. Detalles que pasan la factura, pero de todas formas es un referente hispano.

Dirección: Mosqueto 485
Teléfono: 6382494
Horario: Lu. a sá. de 12.00 a 00.00 (Horario de menú: lu. a vi. de 12.00 a 16.00)
Consumo promedio en su momento: $ 15.000
Calificación en su momento: 6

Mi libro

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Valparaíso a la Mesa, reúne las 47 mejores opciones para comer en toda la ciudad con más personalidad de Chile. Disponible en librerías de Santiago y V Región.

Asado de tira

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Asesino ¿No?