17-03-2008

Una película de miedo: siete días sin sentir sabor


Dos tapones de algodón prensado de 10 centímetros de largo, bastaron para alejarme por completo del mundo de las sensaciones ligadas al gusto. Algo que de paso sirvió para revelarme empíricamente que la lengua es mejor herramienta para muchas otras cosas que para el esencial acto de saborear lo que uno come.


Aclaro de entrada que la operación fue un éxito. La seroplastía (1) me despejará por fin esa congestión nasal que padezco desde que tengo memoria. Eso de aumentar la calidad a la vida y reducir los ronquidos es gran valor. Ahora, llegar a eso cuesta más que plata en efectivo, más que los pegados y a veces incomprensibles trámites en una isapre. Vale una semana completa con dos tapones de algodón prensado de 10 centímetros de largo. Automáticamente tienes frente al espejo una nariz estilo Julio Jung. Aún así inconvenientes nada fuera de lo común, pensando en otros post operatorios donde recuperarse tarda semanas o meses, bajo contratiempos mucho más molestos que siete días respirando por la boca (2). Acá viene la segunda aclaración: esta nota no es un reclamo, no por delicadeza ni mamonería. Sólo busco consignar la gran consecuencia de taparse la nariz hasta el cerebro. Simplemente no se huele nada, no se siente nada. Y eso tiene mucho que ver con las motivaciones de este blog

Es historia conocida eso de que, en realidad, nuestros cinco sentidos en realidad son cuatro y medio o tal vez menos. El gusto está supeditado casi enteramente a lo que diga el olfato; y a falta de una buena nariz guía, lo que se percibe sólo son sabores periféricos, que no alcanzan para hacernos una idea respecto a qué nos estamos echando a la boca: la punta de la lengua apenas nota lo dulce; a los costados el tono ácidos es demasiado tenue, de la misma forma que lo salado. Lo amargo, en la cavidad bucal, prácticamente no existe, ni siquiera en el fondo del paladar donde suele alojarse. De inmediato, el sentido del gusto no es tal y descubro que la lengua es intrínsecamente chanta, más allá de lo que se pueda hablar de más a través de ella.

Una cosa es saberlo en la teoría y otra muy distinta es ponerlo a prueba. Esa semana debe haber sido una en las que más pimienta, limón, sal y condimentos varios le he puesto a las comidas. Donde más busqué el gusto en bebidas dulces, en el té cargado, o en un mate con agua recién hervida ultra amargo. No hubo sino unas cuantas notas aisladas a comida y luego, unos centímetros más abajo, la boca del estómago da señales de que algo se está quemando dentro. Si lo ves desde el lado amable, es útil para hacer una tabla nutricional, para buscar que el cuerpo funcione dejando de lado cualquier tentación culinaria posible. Eso funciona si eres alguien demasiado pendiente del fitness o llevas harto camino adelantado hacia a la iluminación tipo nirvana. Nada más lejano a las certezas terrenales de un cronista de comida como el que escribe.

En términos personales significó una castración temporal que, como todas, duele. Ahora, con algo de perspectiva, con toda tranquilidad agradezco la vuelta al terreno de los sabores. Espero seguir dentro de sus límites de aquí en adelante.

(1) Intervención hecha para remover parte de los cornetes nasales, que cuando son de gran tamaño, obstruyen la cavidad nasal.
2) La boca se seca y la lengua queda áspera como lija. Al dormir comienzas a salivar institivamente y al despertar, lengua y paladar tienen una capa de saliva solidificada. Como una película de jalea dura que te recubre todo dentro. Eso protege de la sequedad extrema, pero de molestar, vaya que molesta.

1 comentario:

Macarena Silva dijo...

Mis parabienes para tu renovado olfato y fosas nasales destapadas. Luego de tan aclaradora -y hasta triste- descripción, no me queda otra que seguir saboreando con más ganas cada bocado de alimento.
Bon appetit!
Maca

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