18-04-2008

Vino y calentamiento global: Sube la temperatura, sube la preocupación



Las próximas décadas quizá sean las más iconoclastas de la vitivinicultura mundial. Porque prácticas con siglos de arraigo, sobre todo en el Viejo Mundo del vino, corren riesgo de modificarse a perpetuidad a causa del aumento en la temperatura a nivel global. Al menos desde hace un lustro la alerta suena, y fuerte, tanto para viñateros franceses a punto de lanzar sus primeras cosechas en Inglaterra, hasta en un Chile donde se intensifica el afán por conseguir terroirs cada vez más frescos; tanto para satisfacer un mercado inclinado a la chispa frutal, como para ponerse a resguardo de un sol mucho más cálido de lo que quisiéramos.



Que Inglaterra no produce vinos de calidad hoy por hoy suena a mito. Espumantes como el Nyetimber Classic Cuvée 1998 confirman en parte esa nueva percepción, con logros como su medalla de Oro conseguida en el International Wine & Spirit Competition londinense del año pasado. Por localista que suene a primera mirada, el fallo suma puntos a favor de una creciente excelencia del vino británico. Y aunque tampoco es evidencia sustancial, como para anunciarle al mundo que el evaluador por excelencia del mercado internacional, importador y catador de caldos durante dos milenios, sea de ahora en adelante juez y parte, que uno de los suyos asome la nariz junto con los más conspicuos champagnes franceses indica que algo está pasando. Si a eso se suma la avanzada de los propios galos por conseguir una tajada de terroir inglés para hacer algo así como french sparkling wine, cuyas primeras cosechas se esperan hacia 2008 y obviando siglos de rivalidad, los signos de nuevos aires se acrecientan. Es que por un lado, las características de suelos en áreas como West Sussex -donde se produce el mentado espumante- se asemejan bastante a los territorios del noreste francés. Sólo faltaba que los grados Celsius extra del nuevo clima del siglo XXI se pusieran a su favor. Una condicionante clave y ejemplo de cómo le cambiará la vida, vía calentamiento global, a la vitivinicultura mundial. Actividad que se ha revelado como un particular fusibles que hizo saltar las alarmas respecto a lo que vendrá.

Datos duros: Didier Person fue el primer francés de la Champaña en poner un pie en tierras de sus vecinos. Los frutos de su emprendimiento serán vino y espuma a contar de 2008. Ese ejemplo que hizo ver a varios de sus colegas con buenos ojos el traslado al oeste del Canal de la Mancha. Así lo afirmó The Guardian en marzo de 2005, sobre las discretas tratativas de los productores galos por hacerse de paños de terreno en Kent, la punta más oriental de la Isla. Tiras y afloja por una zona ubicada unos 60 kilómetros más arriba del mapa que las tierras champañeras. Claro indicio respecto al corrimiento del polo norte magnético vitivinícola, algo en consonancia con los anuncios de la ONU, durante los próximos 30 a 40 años esa marca se desplazará septentrionalmente uno 180 kilómetros.

No es el único indicio, claro. En 2002 en Francia se creó la ONERC (Observatorio Nacional sobre los Efectos del Recalentamiento Climático), que entre otras cosas determinó que entre 1945 y 1999 las cosechas vitivinícolas en amplias zonas se adelantaron entre tres semanas a un mes, el período más temprano en los últimos 500 años. Un calor que asoma voraz en esas latitudes (no se olvida el de 2003 con miles los ancianos muertos durante el verano) y que van rompiendo costumbres largamente arraigadas. Ejemplo: “En Burdeos, bastaba la floración en las viñas, para contar 100 días corridos hasta el momento de la cosecha; hoy esa práctica no se puede realizar en varias partes”, cuenta Pedro Parra, Doctor de Terroir del Instituto Nacional de Agronomía de París-Grignon. Por otro lado, a fines de este año y tras cuatro décadas de prohibición, se permitió la irrigación artificial en el sur mediterráneo francés.

Estudios del INRA (instituto Nacional de Investigación Agropecuaria) francés, determinó en 2005 que a consecuencia del calentamiento global, para el 2030 la región de Alsacia tendrá una temperatura similar a la que actualmente tenía Lyon en 1972, más de 200 kilómetros al sur y tres décadas después la misma que en la actualidad tiene Montpellier, en la costa Mediterránea y a su vez más de 200 kilómetros al sur. Datos que pueden analogizarse a las observaciones en terreno que Parra tuvo en 2003: “en la cosecha de ese año y en términos de frescura y acidez, los vinos de Borgoña parecían californianos y los de Champaña se asemejaban a los borgoñeses”, cuenta.

Hay que tomar en cuenta que estas variaciones se tornan más evidentes en los vinos finos, mientras en los caldos más sencillos esas diferencias son prácticamente imperceptibles. Pero la tendencia está hacia el norte claramente y con mayor fuerza y en las próximas décadas habrá que hacerle espacio a banderas que nunca han ostentado protagonismo en ferias viñateras: Polonia, Holanda, Dinamarca y Suecia han pedido licencia a la Unión Europea para cultivar vino y son varios los productores alemanes ya plantaron en Noruega. Asimismo, los germanos piensan en Escandinavia para producir vinos de fama internacional como el Eisenwein, vino dulce que necesita de al menos -7ºC para desarrollarse, cosa que actualmente cuesta lograr en esa parte del continente. A cambio, piensan en Cabernet Sauvignon y Merlot para suplirlo.

Estados Unidos tuvo su verano más caluroso de los últimos 150 años, y la industria sondea nuevas tierras en sus límites norte. Oregon posee zonas vitivinícolas reconocidas, mientras se prospecta a Washington o Minessota como candidatas a áreas vinateras cuando lugares como Napa Valley dejen de ser aptas para, al menos, cepajes que requieran frescura.


En clave agua

Los más optimistas creen que la temperatura en promedio del planeta subirá unos 2ºC promedio al 31 de diciembre de 2099. Los pesimistas triplican esa cifra. Para efectos prácticos, cepas como Pinot Noir, Sauvignon Blanc o Chardonnay deberán mudarse a climas más frescos. A no ser que se busque cambiar el gusto del público “cosa que sería demasiado fácil”, comenta Pedro Parra, concordando en aquello con Miguel Torres, quizá el productor español más connotado a nivel internacional: “No contemplamos de momento esta posibilidad. Pensamos que durante los próximos 20 a 30 años mantener el nivel de calidad en nuestros vinos”. De todos modos, ese camino está a la vuelta de la esquina.

En España el tema preocupa, tanto que la casa Torres realizó una investigación para determinar qué pasará con la viticultura en Cataluña. “Se indicó que muchas de las actuales zonas templadas pasaran a cálidas y otras de frías a templadas”, dice. Algo de soslayo pone en entredicho varias zonas donde actualmente producen. Su estrategia es a mediano plazo, plantando a resguardo de los espacios cálidos, trasladando algunos de sus viñedos más al norte, a los pies de los Pirineos donde el clima de montaña crea un efecto refrescante. Es “Pienso que las regiones próximas al mar, es decir tanto el Mediterráneo como el Atlántico siempre tendremos una cierta ventaja por el efecto refrescante de los océanos”, explica Miguel Torres.

Otro punto crítico será la escasez de agua “En los actuales viñedos se ha emprendido una política tendente a encontrar acuíferos. Se hacen sondeos buscando pozos y cuando ello no es posible, en los viñedos de montaña o de zonas de ladera, se construyen balsas para recoger el agua de lluvia. Hay que tener presente que el 95% de nuestros viñedos en la actualidad no se riegan porque en verano, al revés de Chile, tenemos algunas lluvias. En el futuro confiamos poder regar la mayoría de los viñedos”, dice.



En Chile, alto y a los costados

El calor es responsable de maduración en cualquier fruta, incentivando a la producción de azúcares, los que en el caso de la uva aportarán cuerpo al vino por medio de un mayor o menor volumen alcohólico. El exceso térmico acelera esos procesos a nivel de metabolismo primario, es decir, tiende a sobremadurar la pulpa antes que el hollejo y la pepa. Resultado: vinos más alcohólicos y menos frescos, dependiendo de la cepa obviamente.

Según datos aportados por Gregory Jones, investigador de la Southern Oregon University, la depresión intermedia chilena será la más región local más afectada con el alza de las temperaturas globales. No deja de inquietar: el calor incide en el aumento de plagas y tiende a la sequía para un área de por sí poco dada a la humedad. Complejo en un país donde se requiere riego sí o sí para alcanzar cualquier cosecha exitosa. Así las cosas, para los futuros viñateros la tarea de pensar qué plantar y dónde, se hace esencial para garantizar la viabilidad agrícola de un emprendimiento. A eso precisamente se dedica Pedro Parra, quien reparte sus días como asesor de terroir, ya sea para nuevas plantaciones o para corregir las que no son aptas para determinados tipos de suelo o clima.

Para él es efectivo que el alza de temperaturas promedio golpeará sobre todo al valle central, pero hay contrapesos que moderarán esos efectos: “a nivel general, tenemos la suerte de contar con el influjo cordillerano, tanto de Los Andes como de La Costa, además de contar con el litoral como moderador de temperatura. Hay que pensar que las mayores variaciones térmicas se dan desde la cordillera a la costa y no de norte a sur. Te pongo un ejemplo: los días de cosecha en la parte cálida de Limarí es casi igual a la de Cauquenes, a más de 400 kilómetros al sur”, cuenta.

¿Más al sur? Emprendimientos hay, como el de Viña Momberg, instalada de manera casi experimental en Osorno. Sin embargo Torres advierte que el terroir es más que sol y temperatura: “hay que tomar en cuenta el terreno y la pluviometría. De todos modos y a modo de ejercicio simple, cualquier terreno que no tenga tierras negras (fértiles) y bajo nivel de lluvias es potencialmente apto para la viticultura de calidad”. La altura, también aporta resguardo, de la misma forma que en España o en el Maipo Alto del Chile Central. En ese sentido, el profesional trabaja desarrollando en Elqui, IV Región, un proyecto con vides sobre los 2.000 metros sobre el nivel, imitando en cierta medida el modelo argentino de vino de altura. Siempre pensando que a la larga, en lo restante del siglo, calidez tal vez no sea la mejor palabra en lo que a agricultura se refiere.

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